(COMO LA PLAGA) El Califato extermina 2000 años de cristianismo en Irak y Siria.
Por
NotiCensura
:
lunes, marzo 02, 2015
«Los cristianos ya no son ni siquiera como animales, son peor que animales, parece que hay que destruirlos y hacerlos desaparecer, este es el objetivo final de estos grupos radicales», asegura el padre Artemio Vítores. Desde su atalaya en la custodia franciscana en Tierra Santa este religioso palentino de nacimiento, guipuzcoano de adopción, ha sido testigo privilegiado de los últimos 44 años de la historia de Oriente Medio en los que vivido ocho guerras y dos intifadas. Ha pasado momentos difíciles, pero desde la caída de Sadam Husein en Irak, el inicio de las revueltas en Siria contra Bashar Al Assad y la irrupción del grupo yihadista Estado Islámico (EI) asiste con resignación al éxodo masivo de cristianos «de una tierra en la que estamos antes de la llegada del islam», insiste. El terror está borrando una historia de más de dos mil años.
La decapitación de 21 coptos (cristianos egipcios) en un playa de Libia y el secuestro a comienzos de semana de al menos 220 cristianos asirios en el valle del río Jabur, al noreste de Siria, son los dos últimos golpes sufridos por una minoría que, como el resto de confesiones minoritarias, está en el punto de mira de los extremistas y no tiene espacio en el autoproclamado califato entre Siria e Irak. En apenas siete meses de mandato los hombres de Abu Baker Al Bagdadi se han convertido en «una amenaza para la existencia» de estas minorías, según un informe de varias organizaciones humanitarias como el Instituto de Ley Internacional y Derechos Humanos (IILHR, por sus siglas en inglés), que denuncia la estrategia de «erradicación» aplicada por el EI.
Crisol sirio
Las fuerzas kurdas, con apoyo de la alianza, se afanan en las últimas jornadas por expulsar a los yihadistas de la cuenca del río Jabur, al noreste del país. Las 35 aldeas asirias han quedado desiertas y las mil familias que vivían allí han huido en busca de refugio a la capital de provincia, Hasake, y a Qamishli. Antes del estallido de la revuelta contra Assad los cristianos representaban entre el 6,5 y el 10 por ciento de la población, dependiendo de la fuente consultada ya que no hay un censo por religión. Uno de cada tres vive como desplazado o ha emigrado al extranjero por la persecución de los grupos armados radicales, según los datos del patriarcado greco-melquita de Antioquía, Alejandría y Jerusalén, encabezado por Gregorio III Lahan. El golpe más simbólico contra la comunidad fue el asalto a la aldea de Malula, cuna del arameo, la lengua de Jesús, en septiembre de 2013. Las fuerzas de seguridad recuperaron meses después el control tras una larga batalla.
Los cristianos forman junto a alauitas, drusos e ismaelíes las principales minorías en un país donde la inmensa mayoría sigue la rama suní del Islam. Los greco ortodoxos son el grupo más numeroso y cuentan con un patriarcado y seis diócesis, seguidos a mucha distancia en cuanto a número de fieles por los greco católicos. El mapa cristiano sirio lo completan los armenios (ortodoxos y católicos), maronitas, caldeos y asirios, estos últimos tristes protagonistas del secuestro múltiple del EI en la provincia de Hasake.
La falta de seguridad y el miedo a la amenaza que representan los grupos fundamentalistas han llevado a los cristianos, con permiso de las autoridades, a formar milicias que ahora se encargan de la protección de sus barrios en la capital y periferia, y en aldeas como las de Hasake. El ejemplo de Irak está muy fresco en las mentes de los sirios, que han visto como en el país vecino apenas quedan 400.000 del más de millón y medio de fieles que había hasta la caída de Sadam Husein en 2003. «Lo que pedimos a Occidente es lo mismos que ya dijo el Papa, por favor, no envíen armas a Siria, sino mensajes de paz», confesaba el padre Romualdo Fernández a este medio en una entrevista mantenida en Damasco. Este zamorano de 76 años, el último misionero español que queda en el país, aseguraba con serenidad que «no tengo miedo, pero está claro que corremos un grave peligro».
«Éxodo sin freno»
La Región Autónoma del Kurdistán (KRG, por sus siglas en inglés), al norte de Irak, se ha convertido en la primera parada para los cristianos sirios que quieren emigrar. Siguen de esta manera el camino recorrido por sus hermanos iraquíes desde la caída de Sadam, «un éxodo sin freno. Cada domingo pedimos a los fieles que se queden en un país donde llevamos dos mil años, pero no tenemos argumentos para convencerles», lamenta el padre Saad Sirop Hanna, de la iglesia San José, próxima a Nuestra Señora de la Salvación , donde en 2010 un comando yihadista mató a 58 personas.
Los cristianos iraquíes están divididos en catorce comunidades. Los caldeos forman el grupo más numeroso y junto a Bagdad, donde puede haber unos 150.000 fieles, Basora y Mosul, hoy convertido en bastión del EI, son las plazas históricas para los cristianos. Nada más izar la bandera negra en Mosul los yihadistas emitieron un comunicado pidiendo a sus seguidores la destrucción de estatuas «infieles», iglesias, tumbas y santuarios. Las catedrales caldea y sirio ortodoxa de la ciudad están ocupadas por unos milicianos que han retirado las cruces de los templos y han pintado las fachadas de negro.
En unas declaraciones realizadas en diciembre, seis meses después de la llegada del EI a la segunda ciudad más importante de Irak, Monseñor Amel Nona, Arzobispo católico-caldeo de Mosul, señaló que los cristianos «han perdido la fe en su tierra y en la sociedad musulmana», pero «lo único que no han perdido ha sido la fe cristiana. Estamos orgullosos, porque de las 120.000 personas que había en esa zona ninguno se ha convertido al islam».
La decapitación de 21 coptos (cristianos egipcios) en un playa de Libia y el secuestro a comienzos de semana de al menos 220 cristianos asirios en el valle del río Jabur, al noreste de Siria, son los dos últimos golpes sufridos por una minoría que, como el resto de confesiones minoritarias, está en el punto de mira de los extremistas y no tiene espacio en el autoproclamado califato entre Siria e Irak. En apenas siete meses de mandato los hombres de Abu Baker Al Bagdadi se han convertido en «una amenaza para la existencia» de estas minorías, según un informe de varias organizaciones humanitarias como el Instituto de Ley Internacional y Derechos Humanos (IILHR, por sus siglas en inglés), que denuncia la estrategia de «erradicación» aplicada por el EI.
Crisol sirio
Las fuerzas kurdas, con apoyo de la alianza, se afanan en las últimas jornadas por expulsar a los yihadistas de la cuenca del río Jabur, al noreste del país. Las 35 aldeas asirias han quedado desiertas y las mil familias que vivían allí han huido en busca de refugio a la capital de provincia, Hasake, y a Qamishli. Antes del estallido de la revuelta contra Assad los cristianos representaban entre el 6,5 y el 10 por ciento de la población, dependiendo de la fuente consultada ya que no hay un censo por religión. Uno de cada tres vive como desplazado o ha emigrado al extranjero por la persecución de los grupos armados radicales, según los datos del patriarcado greco-melquita de Antioquía, Alejandría y Jerusalén, encabezado por Gregorio III Lahan. El golpe más simbólico contra la comunidad fue el asalto a la aldea de Malula, cuna del arameo, la lengua de Jesús, en septiembre de 2013. Las fuerzas de seguridad recuperaron meses después el control tras una larga batalla.
Los cristianos forman junto a alauitas, drusos e ismaelíes las principales minorías en un país donde la inmensa mayoría sigue la rama suní del Islam. Los greco ortodoxos son el grupo más numeroso y cuentan con un patriarcado y seis diócesis, seguidos a mucha distancia en cuanto a número de fieles por los greco católicos. El mapa cristiano sirio lo completan los armenios (ortodoxos y católicos), maronitas, caldeos y asirios, estos últimos tristes protagonistas del secuestro múltiple del EI en la provincia de Hasake.
La falta de seguridad y el miedo a la amenaza que representan los grupos fundamentalistas han llevado a los cristianos, con permiso de las autoridades, a formar milicias que ahora se encargan de la protección de sus barrios en la capital y periferia, y en aldeas como las de Hasake. El ejemplo de Irak está muy fresco en las mentes de los sirios, que han visto como en el país vecino apenas quedan 400.000 del más de millón y medio de fieles que había hasta la caída de Sadam Husein en 2003. «Lo que pedimos a Occidente es lo mismos que ya dijo el Papa, por favor, no envíen armas a Siria, sino mensajes de paz», confesaba el padre Romualdo Fernández a este medio en una entrevista mantenida en Damasco. Este zamorano de 76 años, el último misionero español que queda en el país, aseguraba con serenidad que «no tengo miedo, pero está claro que corremos un grave peligro».
«Éxodo sin freno»
La Región Autónoma del Kurdistán (KRG, por sus siglas en inglés), al norte de Irak, se ha convertido en la primera parada para los cristianos sirios que quieren emigrar. Siguen de esta manera el camino recorrido por sus hermanos iraquíes desde la caída de Sadam, «un éxodo sin freno. Cada domingo pedimos a los fieles que se queden en un país donde llevamos dos mil años, pero no tenemos argumentos para convencerles», lamenta el padre Saad Sirop Hanna, de la iglesia San José, próxima a Nuestra Señora de la Salvación , donde en 2010 un comando yihadista mató a 58 personas.
Los cristianos iraquíes están divididos en catorce comunidades. Los caldeos forman el grupo más numeroso y junto a Bagdad, donde puede haber unos 150.000 fieles, Basora y Mosul, hoy convertido en bastión del EI, son las plazas históricas para los cristianos. Nada más izar la bandera negra en Mosul los yihadistas emitieron un comunicado pidiendo a sus seguidores la destrucción de estatuas «infieles», iglesias, tumbas y santuarios. Las catedrales caldea y sirio ortodoxa de la ciudad están ocupadas por unos milicianos que han retirado las cruces de los templos y han pintado las fachadas de negro.
En unas declaraciones realizadas en diciembre, seis meses después de la llegada del EI a la segunda ciudad más importante de Irak, Monseñor Amel Nona, Arzobispo católico-caldeo de Mosul, señaló que los cristianos «han perdido la fe en su tierra y en la sociedad musulmana», pero «lo único que no han perdido ha sido la fe cristiana. Estamos orgullosos, porque de las 120.000 personas que había en esa zona ninguno se ha convertido al islam».